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No pueden, ni podrían, pasar desapercibidas. De las once piezas que Roman Polanski seleccionó para la banda sonora de la película «El pianista» (2002), tres son nocturnos: piezas de estructura libre y melodías dulces, pausadas, con un marcado sentido de melancolía. Frédéric Chopin llegó a componer un total de veintiún nocturnos durante su vida: de ellos, el más conocido, posiblemente sea el Op. 9 nº2, tanto por su robusta estructura cíclica -concluye con la misma serenidad con la que empieza- como por la marcada sonoridad de sus arpegios en mi bemol mayor. El tiempo, andante tranquillo, hace que la melodía fluya armoniosamente, reforzando en algunos tramos concretos la capacidad expresiva del propio intérprete: no en vano, Chopin, añadió que el tramo final del nocturno -y más concretamente, el penúltimo pentagrama- había de tocar senza tempo.

En el vídeo, el concertista ruso Dmitry Shishkin interpreta la pieza al Fryderyk Chopin Institute de Varsovia.

https://www.youtube.com/watch?v=JVBzE0mUlSs

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