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La Sala de Audiencias era el lugar donde el Prior recibía las visitas que tenía el monasterio, muy frecuentes debido a la gran cantidad de bienes que la Cartuja poseía. En esta sala de la Cartuja de Valldemossa es donde actualmente se puede apreciar el libro de cuentas de los cartujos. El libro de cuentas era el documento donde se detallaban las gestiones administrativas del monasterio en el siglo XVIII. Está escrito a mano en catalán. En la página por el que se encuentra abierto se aprecian las anotaciones hechas relativas a los ingresos y gastos del año 1766, así como la cosecha general de este mismo año de todos los frutos de las tierras del convento, que se destinaban a la venta para el beneficio del propio monasterio.

Para el día a día de los monasterios era esencial la viña, no sólo por ser la materia de la misa sino también porque se bebía. También eran imprescindibles el huerto y las tierras dedicadas al cultivo de cereales, así como el aceite que se empleaba por las luces, y por supuesto la cera, materia simbólica de la civilización eclesiástica. Los viernes, en unión con la Pasión del Señor, los monjes cartujos pasaban a pan y agua y sal. Esta última estaba permitida en la Edad Media porque era el único estimulante para subir la tensión arterial; se compensaba así la bajada del ayuno. Si bien los monjes no lo sabían, notaban los efectos de la sal y por eso ésta estaba incorporada a la dieta.

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