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En línea con su estrategia de fomento de la cultura en Mallorca, Cartuja de Valldemossa se ha adherido al Club de Producto de Turismo Cultural, una iniciativa que nace de la necesidad de potenciar el turismo desestacionalizado de calidad y la promoción de la cultura en Mallorca. El Club de Producto de Turismo Cultural tiene por objetivo posicionar Mallorca como uno de los principales destinos culturales con servicios, productos y experiencias ligados a su propia identidad y a la singularidad de su cultura y patrimonio. Siempre garantizando la satisfacción de los visitantes, tanto los que nos visitan por una motivación exclusivamente cultural como aquellos que vienen guiados por otras inquietudes.

El turismo cultural no sólo ofrece productos y servicios, sino que cuenta la historia que nos define a través de su patrimonio, promueve su conservación y revitalización, generando nuevas oportunidades para las comunidades. Además, debe ir de la mano del turismo sostenible, convirtiéndose en una herramienta de concienciación sobre la importancia de la preservación del legado histórico para futuras generaciones. Se trata de un modelo de turismo que ha ido adquiriendo relevancia con el tiempo y una excelente alternativa al modelo clásico de sol y playa.

Relato del Club de Producto Cultural
Mallorca, una isla, un sueño, un refugio recortado del resto de la península, rodeada de un mar vivo, vibrante, donde se ha creado una sociedad, un paisaje genuino, una cultura peculiar, como lo es el canto de la Sibil·la. Tejida de grandes extensiones de pared seca, las piedras hablan de talayots y necrópolis a los pies del mar. De su tierra nace la olorosa albahaca que sacude los cossiers, el trigo que alimenta los animales de sant Antoni, los árboles que inspiran a los pintores, los jardines olorosos. La luz que desprende es el sol de Miró, la que nos encanta en la Catedral, tan experimentada por Gaudí y reinterpretada por Barceló, la que busca al Archiduque trazando en la sierra de Tramuntana el camino que nos conducirá a vivir leyendas y fiestas de piratas y corsarios, de invasores y caballeros, de atalayas de fuego y castillos, verdaderos testimonios en piedra de las historias que ha vivido la isla y donde precisamente no se refleja la calma. Solo las notas de Chopin y las reflexiones de Llull aportan la paz y el modo de vida tranquilo al calendario mallorquín, tan marcado por las tradiciones.

Entre las entidades que forman parte de esta iniciativa, destacar la Catedral de Mallorca, el museo Can Prunera o el Museo de Mallorca.

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