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La Cartuja de Valldemossa no es el típico museo que aparece en cualquier guía de viajes o recomendaciones: es un espacio musealizado con una historia propia, rica en episodios y personajes fascinantes. Adentrarse en ella ofrece al visitante la posibilidad única de sumergirse en uno de los rincones más mágicos de la Sierra de Tramuntana. Las colecciones que contiene, de una gran espectacularidad, han aumentado su protagonismo con el paso de los años hasta de la Cartoixa una parada obligada para cualquier visitante que llega a Valldemossa. Tomemos como primer ejemplo su pinacoteca, perteneciente al Museo Municipal de Valldemossa: en conjunto, representa una sobrecogedora muestra de obras paisajísticas inspiradas en la Serra de Tramuntana. Municipios como Sóller, Andratx, Pollença y, sobre todo, Valldemossa, aparecen retratados gracias a un grupo de artistas de diversa procedencia: Ricard Anckerman, Toni Ribas, Llorenç Cerdà, Francisco Bernareggi, Joan Fuster… No puede –ni debe– pasar desapercibida la obra de pintores residentes a escasos metros de la Cartoixa como fueron Bruno Zupan, Nils Burwitz, Tomeu Reüll y un nombre íntimamente ligado a la memoria colectiva del pueblo mallorquín: el catalán Josep Coll Bardolet.

Otro espacio de la Cartuja dedicado íntegramente al arte es el que encontramos en su planta alta, lugar en el que se ubica una muestra permanente de creación contemporánea. A pesar de tener a Juli Ramis -uno de los pintores mallorquines más icónicos del siglo XX- como figura destacada, también se pueden admirar piezas de otros autores como Francis Bacon, Henry Moore o Max Ernst, con los que Ramis coincidió durante la su estancia en la capital de París. Dentro de esta muestra de arte contemporáneo hay espacio para una serie de obras y documentos íntimamente ligados al ultraísmo, movimiento que se postulaba como una respuesta al modernismo, y que promovieron Jorge Luis Borges y, en el caso de Mallorca, el hijo del matrimonio Sureda residente en el Palacio del Rey Sancho, Jacob Sureda.

La mezcla de variedad, calidad e historia, hacen de la Cartuja un espacio musealizado para (re)descubrir y, sobre todo, para disfrutar en una época del año como ésta.

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