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En apenas una extensión de 43 kilómetros cuadrados, el pueblo de Valldemossa ofrece algo que va mucho más allá de la mezcla entre paisaje y tradición: sus rincones singulares, capaces de atraer tanto a la población autóctona como a la turista, permiten una variedad de posibilidades suficientemente amplia como para convertirla en una referencia cultural. Como muestra de ello, destacamos diez puntos de interés para disfrutar a fondo de uno de los pueblos con más encanto del Mediterráneo.

  • Casco histórico. En sus pequeñas calles estrechas de gran pendiente, completamente adoquinadas, parece haberse detenido el tiempo. Puede que no haya mejor manera de conocer Valldemossa que dejarse llevar por sus calles, sin rumbo fijo, tal y como lo hicieran figuras como Miguel de Unamuno, Rubén Darío o Santiago Rusiñol.
  • Port de Valldemossa. El sinuoso camino que une el centro del pueblo con su puerto ofrece panorámicas espectaculares que ningún visitante debería perderse. El recorrido finaliza con un pequeño núcleo litoral: un lugar de completo sosiego en el que destacan sus casas de diferentes colores y sus embarcaciones de poco calado.
  • Miranda des Lledoners. Situado al final de la calle Jovellanos, por donde antiguamente se entraba a la Cartuja, encontramos uno de los miradores más icónicos de la Serra de Tramuntana: sin duda, un espacio idóneo para observar Valldemossa, su valle y parte de la isla desde una óptica privilegiada.
  • Cartuja de Valldemossa. Sus jardines, su claustro, sus celdas monásticas, su larga historia: más allá de su conocida relación con Frédéric Chopin y George Sand –posiblemente sus huéspedes más renombrados–, la Cartuja representa uno de los conjuntos monumentales más singulares de Mallorca: una parada obligatoria en este recorrido.
  • Palacio del Rey Sancho. Entendido como parte del conjunto monumental de la Cartuja, este antiguo palacio real fue el hogar de los Sureda, una estirpe clave para entender la estrecha relación de Valldemossa con auténticos iconos de la literatura o la pintura contemporánea.
  • Camí de l’Arxiduc. Este imponente sendero que conecta Valldemossa con los acantilados de Deià y las cumbres de la Serra de Tramuntana aguarda momentos verdaderamente emocionantes. Abierto a finales del siglo XIX por orden del propio Archiduque Luís Salvador de Habsburgo, da lugar a una de las excursiones más clásicas que pueden llevarse a cabo en la isla.
  • Santuario de Son Mas. No muy lejos del Port de Valldemossa, sobre un pequeño montículo en el Pla del Rei, se encuentran las ruinas de Son Mas, un santuario utilizado en el periodo pretalayótico, talayótico y postalayótico y cuyos vestigios más antiguos nos remontan al año 2170 aC. Su ubicación, según han podido constatar diferentes especialistas, está determinada por la posición de ciertas constelaciones.
  • Casa natal de la Beata. El hogar en el que nació Santa Catalina Thomàs en 1531 se ha convertido en espacio de veneración: convertida en oratorio en 1792, destaca por un pequeño altar erigido en honor al mayor icono religioso de los mallorquines.
  • Fundació Josep Coll Bardolet. A pesar de haber nacido en Girona, Josep Coll Bardolet ya es parte del paisaje humano de Valldemossa. Sus pinceles dieron forma a una obra tan reconocible como emblemática, teniendo un interesante museo dedicado a su honor en el que, con regularidad, se programan actividades culturales.
  • Hornos. La gastronomía de la isla, pero sobre todo las cocas de patata, dulce típico de Valldemossa, hacen que cualquier horno o pastelería del pueblo sea otro punto de interés para el viajero.
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