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Además de su enorme trascendencia histórica, la Cartuja se ha convertido en nuestros días en un punto clave en el paisaje urbano de Valldemossa, en un elemento dinamizador de su economía municipal y, también, en un verdadero hecho cultural que la convierten en uno de los rincones más admirados de la Serra de Tramuntana. Generación detrás generación, sus habitantes han ligado su memoria sentimental a la Cartoixa hasta otorgarle algo que muchos pocos edificios consiguen: materializar el alma, el espíritu de un pueblo.

El vínculo se hace extensible al resto de mallorquines: la Carxoixa es sinónimo de orgullo patrio. No hay guía o blog de recomendaciones en el que no aparezca como un destino especialmente recomendado. Este hecho contribuye a un notable enriquecimiento del modelo turístico a la hora de aportar pautas que alejen la isla del “sol y playa”. Apostando, pues, por las nuevas directrices del turismo cultural, Valldemossa es valedora de uno de nuestros mayores tesoros patrimoniales. Una valía que no pasa desapercibida por los visitantes. Si hacemos un recorrido por las numerosas plataformas digitales en las que los viajeros recogen sus impresiones, se puede constatar el porqué del éxito de la Cartuja. La mayor parte de estas opiniones inciden en que uno de sus mayores puntos fuertes es el entorno, conectando tanto con sus jardines como con el encanto de las calles adyacentes, que han sabido conservar todo aquello que otros pueblos fueron perdiendo con el paso del tiempo. La combinación de diferentes espacios expositivos –la celda prioral, la farmacia monástica, la colección Guasp o la espectacular pinacoteca de arte contemporáneo, entre otros–, el valor arquitectónico del edificio y sus múltiples aposentos, así como el papel que tuvieron algunos de sus visitantes más ilustres (Jovellanos, Sand, Chopin, Darío, Borges, Azorín, Unamuno y muchos más) son otros de los factores que nos permiten entender la singular importancia de la Cartuja de Valldemossa en nuestros días.

Perderse por los rincones de la Cartuja y adentrarse en su larga historia es, todavía, una experiencia tan gratificante como necesaria. Y a pesar de ser un espacio con presente y futuro, parece como si el mismo tiempo se hubiera parado entre las paredes de sus celdas, salas y pasillos.