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Hay personas que dejan huella. Si esta huella, además, se imprime sobre la tierra fértil de los poetas y escritores, puede que germinen en ella recuerdos en forma de retratos literarios. Así pasa con Pilar Montaner y Maturana (Palma, 1876- Valldemossa, 1961) pintora y mecenas propietaria junto a su marido Joan Sureda, del palacio del Rey Sanç de la Cartuja de Valldemossa.

Mujer poliédrica y fascinante, Pilar fue musa y creadora al mismo tiempo. Inspiró hermosas líneas a los ilustres huéspedes que acogió en su palacio y por los que se dejó inspirar a su vez. Eugeni d’Ors, Albert Vigoleis, Antonio de Hoyos, Rubén Darío o Francisco Madrid fueron tan solo algunos de los escritores que la inmortalizaron con palabras:

Pilar, así la llamamos en la intimidad; Pilar, y así saboreamos su nombre como si fuese un sabroso dulce, Pilar.

Pilar es menuda, nerviosa e inquieta -esta santa inquietud espiritual que se refleja en su rostro-. Pilar sonríe a todo, con una risa entre maternal y de conformada hermana de la caridad. En los ojos de Pilar centellea una llama de genio y de dolor; de mujer aventurera y de mujer de su casa; de mujer que ha silenciado la posesión del secreto de la Naturaleza y quiere conocer el de la vida, estancada, no obstante, su existencia, en un remanso de paz mallorquina en el cual es constante el recuerdo cartujano de la muerte. Pilar anda con una serenidad -aunque sea paradójico- algo nerviosa, llena de un fuego de vida. Así son los gestos y las palabras de Pilar -¡sus palabras, que son pocas y que detiene en su boca como para gustarlas! (Francisco Madrid)

Pero para conocer a Pilar, no hay nada mejor que buscar en sus pinturas de tinte impresionista, aún no suficientemente valoradas al no haber tenido padre sino madre. En la historia de Pilar, su marido Joan Sureda, otro interesantísimo personaje de la cultura mallorquina de principios del siglo XX, juega un papel fundamental. Y es fundamental este papel porque es el del facilitador. Joan entendió el gran talento que su mujer poseía, y no solo la animó para que se dedicara a la pintura de manera profesional, sino que para ello, él mismo asumió un rol muy poco frecuente e incomprendido en la época al quedarse al cuidado de sus trece hijos.

La correspondencia mantenida por el matrimonio durante el tiempo en el que Pilar se encuentra en Madrid ampliando sus estudios pictóricos deja traslucir la especial relación entre ambos, protagonizada en todo momento por sus conversaciones entorno a la pintura, el arte y la inspiración.

Tu sientes mucho el color y tienes una valentía que se impone aún a los mismos amigos de la pátina que tantos desengaños ya está dando (Joan Sureda a Pilar Montaner, el 7 de mayo de 1906); Ya sabes, Noñin, mi sentimiento: hay que inspirarse directa, libremente en la Naturaleza! (Joan Sureda a Pilar, 10 de mayo de 1906) Tu pinta. No pierdas minutos en otras cosas. Harás ahora grandes cosas que serán el orgullo de nuestros hijitos. ¿No ves, mi Pilar, que toda mi vida está consagrada a tu gloria? (Joan Sureda a Pilar Montaner, el 26 de marzo de 1920)

Si mi cariño eterno es algo para ti, ya lo sabes, va en aumento de dia en dia! Cada vez y en cada ocasión veo en ti una prueba más de bondad y nobleza (Pilar Montaner a Joan Sureda, Madrid, 6 de mayo de 1906).¹

La obra de Pilar es colorista, vibrante e intensa. Algo del estilo de Sorolla y Gelabert – ambos profesores de Montaner – puede entreverse en sus pinturas impresionistas, que en algunos momentos, sobre todo en los paisajes, llegan incluso a coquetear con la abstracción. En algunas ocasiones, Pilar firma sus obras como “P.M. de Sureda”, en otras, empieza a introducir su apellido junto al de su marido: “P. Montaner de Sureda”, para llegar a reafirmar su identidad individual rubricando únicamente como “Pilar Montaner”. Sus autorretratos tienen algo especial. La profundidad de sus ojos irradia una fuerza casi enigmática, aunque en la expresión de su mirada parece traslucir algo de preocupación o tristeza, quizá inducida por las penurias económicas que su familia vivió al final de su vida, o por la muerte prematura de cinco de sus hijos.

Pilar Montaner es sin duda una de las mujeres más fascinantes de la Mallorca de principios del siglo XX, y la importancia de su aportación a la cultura isleña aún debe de ser reivindicada y valorada como se merece.

  1. Bosch, C.: Cuadrado, P.: Joan Sureda Bimet: una cultura centrífuga. Palma, Universitat de les Illes Balears. 

@ Imagen (Autoretrat, Pilar Montaner): http://pilar-montaner.blogspot.com.es/2011/07/cataleg.html

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