En los últimos años, los diferentes esfuerzos para desestacionalizar la actividad turística con fórmulas alternativas al sol y playa han tenido como principal respuesta la potenciación del patrimonio cultural y natural. Esta apuesta firme ha permitido no sólo diversificar el perfil de visitante, sino también desplegar un amplio abanico de recursos informativos -actualizados y en continua ampliación- que le permitan conocer mejor la realidad del territorio visitado. El auge del turismo cultural, por tanto, consigue revalorizar el papel de las tradiciones, los espacios naturales, las fiestas propias, las industrias artesanales o la gastronomía hasta convertirlos en nuevos elementos de atracción. Este hecho es especialmente relevante en destinos como Mallorca -o, por extensión, las Islas Baleares- en las que el modelo turístico se ha fundamentado sobre una estructura claramente estacionalizada.
Con el enriquecimiento cultural como principal punto de partida, la búsqueda de nuevos estímulos de ocio y recreo ha dado paso a nuevas formas de vivir el turismo: es la base que condiciona una actitud más activa y participativa a la hora de viajar. Dentro de esta nueva forma de ver Mallorca, el conjunto de su patrimonio histórico-arquitectónico ha logrado ser reconocido como uno de los principales valores turísticos de la isla. Su protagonismo se reivindica desde diversos ámbitos -de blogs de recomendaciones hasta las recurrentes guías de viaje-, haciendo que resulte casi un olvido imperdonable visitar el territorio mallorquín sin haber podido disfrutar de la Catedral y de sus vistas al Parc de la Mar; perderse por el Castillo de Bellver, emblemático escondite de mil y una historias; contagiarse de la mística del Monasterio de Lluc y el espectacular marco natural de la Serra de Tramuntana … En este sentido, la Cartuja de Valldemossa es valorada como uno de los lugares más atractivos desde la perspectiva del turismo cultural. Un auténtico paradigma. En el inmenso valor arquitectónico de sus infraestructuras se suma la trascendencia histórica otorgada por una serie de visitantes ilustres -Frédéric Chopin, el Archiduque Luis Salvador o Rubén Darío, entre otros- y el conjunto de sus colecciones, que, por autores, épocas y soportes artísticos, consiguen adaptarse a diferentes sensibilidades.
Aunque lenta, la reversión del modelo turístico es valorado por los especialistas como un hecho. Las nuevas dinámicas que incorpora el turismo cultural se han encargado de demostrar que, al final, un patrimonio avalado por siglos de historia puede ser tan atractivo para el visitante como el sol y playa.