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La crisis a diferentes niveles –política, social e incluso moral– que provocó tanto la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense de 1898 como la correspondiente pérdida de las colonias de Puerto Rico, Cuba, Guam y las Filipinas provocó un conjunto de impactos culturales que marcaron la obra de un conjunto de jóvenes escritores, poetas y ensayistas españoles nacidos entre los 1864 y 1876. Sentían que, desde hacía décadas, España estaba sumida en un gran hastío creativo, sobre todo en el campo literario. El realismo, según ellos, se encontraba completamente anquilosado.

Además de vivir la coyuntura decisiva en la historia de España, los pertenecientes a la llamada Generación del 98 compartían un conjunto de características literarias, como podría ser su voluntad renovadora referente a los moldes clásicos literarios: experimentaron con el espacio y tiempo, creando desde el más puro subjetivismo nuevas posibilidades en el campo literario español, al tiempo que rechazaban la estética del realismo o introducían en sus textos el léxico del pueblo, la jerga de la calle. En cierto modo, aquello que podría unir a personalidades como las de Azorín, Maeztu, Machado o Baroja fue el interés por las nuevas corrientes filosóficas del irracionalismo europeo, hecho que les llevo a investigar y divulgar la obra de filósofos como Nietzsche, Kiekergaard o Schopenhauer.

Partiendo del núcleo duro formado por Pío Baroja, Ramiro de Maeztu y José Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo Azorín, se asocian a esta generación el siguiente conjunto de autores: Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa. A pesar de que su existencia como tal se discute aún en el ámbito académico, la Generación del 98 proyectó en su vasta obra una actitud crítica y una visión pesimista de la realidad que dejó una profunda huella en la literatura española de su época. La presencia en Mallorca –y, más concretamente, en Valldemossa– de alguno de los protagonistas de esta página dorada de la literatura española marca el devenir cultural de la isla en un momento decisivo de apertura y cambio.

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