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Puede que sea su mezcla de verdes y azules; o bien, su contorno y la magia que se respira en sus diferentes rincones. La Serra de Tramuntana, declarada Patrimonio de la Humanidad en el 2011 por la UNESCO, pervive como un paisaje único: a la presencia de especies endémicas se suman los diferentes elementos etnológicos –muros de piedra seca, caminos, barracas, aljibes, molinos de agua, etc.– que dan cuenta del paso de diferentes civilizaciones por la isla. Sólo así se podría entender porqué su paisaje ha inspirado a los diferentes artistas que, con independencia de su estilo o procedencia, han dado forma y color a uno de los principales atractivos naturales del archipiélago. Los cinco siguientes ejemplos hablan por sí solos.

  1. Olivos. Estos árboles milenarios representan uno de los cultivos más extendidos en su paisaje, hasta el punto que no podríamos entender la Serra de Tramuntana sin ellos. “Es la luz, la atmósfera que la rodea, lo que le otorga una magia especial, que es la transparencia del aire, aire verde de sembrados y aire azul de cala, el maquillaje que le cae mejor. Y no tengo ninguna duda en señalar que los olivos milenarios le otorgan una pátina que tiene mucho que ver con la luz de la eternidad”, escribe Carme Riera. Numerosos artistas, como Francisco Bernareggi o Josep Coll Bardolet, han convertido a los olivos en los protagonistas indiscutibles de algunos de sus lienzos.
  2. Sa Foradada. Día tras día, la silueta de esta pequeña –y peculiar– península de Deià es captada por miles de cámaras. Pero, antes de la irrupción de las nuevas tecnologías, fue inmortalizada por numerosos artistas atraídos por el peculiar agujero de su roca, tanto autóctonos (Joan Miralles, Antoni Ribas) como llegados desde otros rincones del planeta (Erwin Hubert, Gaston Vuillier).
  3. Cartoixa de Valldemossa. Durante décadas, su característico campanario distingue los numerosos cuadros que han tenido al pueblo de Valldemossa como elemento protagonista. Rubén de Luis, Xim Torrens, L. Gómez o Guillermo Gil han sabido combinar en sus trazos los diferentes elementos naturales con el perfil urbano de este pueblo mallorquín.
  4. Torrent de Pareis. Se trata de un cañón con paredes verticales de más de 200 metros de altitud, erosionadas por el agua torrencial sobre la misma roca. El suyo es un paisaje abrumador que desemboca la espectacular cala de Sa Calobra. Ha sido objeto de inspiración para incontables artistas: Emilio Aguilar Caballero, Cati Oliver, Daniel Codorniu, Gil, Jesús Camargo, Lourdes Sampol, Miquel Reche, Nils Burwitz, Pascual de Cabo, Pere Emili, Riera Ferrari, Roca Fuster, Rus, Sitges Febrer, Toni Dionís o Tudanca, entre otros.
  5. Orient. En este pequeño pueblo, situado entre Alaró y Bunyola, parece que el tiempo puede llegar a detenerse. La espectacularidad de su entorno y la magia de sus calles ha sido retratada por numerosos pintores, aunque quizás el más destacado sea el paisajista Guillem Gil Pons, poseedor de una interesante y colorida obra que puede encontrarse en el Museu del Monestir de Lluc.
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